¿A dónde vas, mujer, con esos ojos infinitos besándose en los míos?
¿A dónde, tus labios, tus dientes al acecho, mis manos ingenieras, al amanecer?
¿Y el lecho exquisito de tus miradas, y las esencias ferralíticas de tus senos y el mármol gris de tus alturas, en qué templo sagrado comulgará mis faltas?
¿A dónde vas mi vida con tanta sed?